Extraído de librepenicmoncjose.blogspot.com |
Si hay algo que ha caracterizado a la economía mundial en la primer década del siglo XX es el inédito incremento en los precios internacionales de materias primas y commodities tal como el oro, el petróleo, la soja, el sorgo, el trigo, el maíz, etc. Entre las causas principales, se pueden citar dos importantes factores: La pérdida de valor del dólar consecuencia de las bajas tasas de interés del sistema financiero norteamericano y el extraordinario nivel de demanda de materias primas agrícolas por parte del gigante asiático de China.
La política monetaria laxa implementada por la Reserva Federal y la aparición de China como el gran comprador de productos primarios, dotaron al mercado internacional de liquidez y demanda, empujando los precios internacionales hacia arriba.Tal situación ha implicado un importante incremento en la entrada de divisas a los países productores alimentos y materias primas como Argentina u otros países latinoamericanos. Pese a que muchos de ellos experimentaron históricas tasas de crecimiento, no todos han tenido la misma performance en materia económica. Algunos, como Chile y Brasil, lograron dar señales de credibilidad al mundo lo que les permitió concentrar un gran nivel de inversiones y empezar a perfilarse como grandes referentes del continente, pero otros no hicieron lo mismo.
Extraído de http://www.urgente24.tv/ |
Quien merece párrafo aparte es Argentina, que si bien gozó de niveles de crecimiento excepcionales, mantuvo una política económica retrograda y poco ortodoxa que hizo de su crecimiento algo no sustentable. Mientras los países vecinos se concentraron en políticas de ahorro e inversión, el gobierno argentino apeló a elevados niveles de gasto público para incentivar el consumo y así agregar unos puntos adicionales a la tasa de crecimiento. Ya sea por medio de cuantiosos subsidios a empresas para mantener precios bajos o grandes transferencias a personas para financiar el consumo, el país ha terminado sufriendo una fuerte exacerbación en la tasa de inflación, obligando a hacer algunas correciones en el "modelo" que nunca se llevaron (ni se llevarán) a cabo.
Este escenario es sostenible en la medida que las exportaciones sigan aportando recursos a las arcas fiscales, lo cual depende en gran medida de los elevados precios internacionales que en la actualidad ostentan los commodities agrícolas que exporta la Argentina.
Hoy en día, nuestra economía está creciendo por encima de su potencial, es poco productiva y está "tirada" por el consumo, por ende, en la medida que cese o disminuya lo recaudado por exportaciones no se podrá subsidiar a las empresas para que mantengan precios bajos ni financiar el consumo de las familias de recursos bajos. Cuando el contexto internacional deje de ser el mismo, la economía argentina sufrirá un duro golpe con la realidad. Es un colapso que se puede evitar, o por lo menos amortigüar el golpe y reducir los costos sociales, políticos y económicos. Pero esto último sólo será posible si se corrige el rumbo, es decir, si se deja de financiar toda esta fiesta de consumo que no es más que un estado de bienestar pasajero. Es hora de llevar a cabo un "sinceramiento" de la economía si se quiere evitar la catástrofe, pero hasta el momento ni la sociedad ni las autoridades parecen preocupadas por la tormenta que se avecina.