A
horas de que la Cámara de Diputados de la ¿República? Argentina le de sanción
definitiva al proyecto de expropiación de YPF, se puede afirmar con certeza que
el libre mercado ha dejado de existir en el país. En estos últimos años ha sido
difícil vivir con un Estado asfixiante y pareciera que con el correr del tiempo
la cosa se va a ir poniendo cada vez peor, puesto que "el modelo" se
agota y la presidente CFK no pareció mentir cuando dijo "vamos por
todo".
La
sofocante presión impositiva, el silencioso impuesto inflacionario, la cuasi
prohibición a la compra de dólares, la obligación a las empresas extranjeras de
liquidar sus divisas en el país, las burocráticas y fuertes trabas a las
importaciones y la reciente expropiación de YPF han terminado de configurar un
combo que lo único que ha hecho ha sido cercenar la propiedad privada y las
libertades individuales. Según estimaciones del instituto oficial de
estadísticas (INDEC) en el exterior hay alrededor de 140 mil millones de
dólares pertenecientes a argentinos, mientras estimaciones privadas calculan
que el monto supera los 300 mil millones de dólares. Ello es una clara muestra
del miedo de los ahorristas y la necesidad de proteger sus ahorros de la mano
del gobierno argentino.
El
problema es que ya nadie está a salvo. Las confiscaciones más resonantes del
país han sido varias, entre ellas se destaca la expropiación de Aerolíneas
Argentinas y Austral hecha a mediados de 2008 a una empresa controlada por el
grupo español Marsans. Luego fue el turno de las AFJP cuando la monarca
Cristina Fernández decidió estatizar los fondos que trabajadores argentinos
habían confiado al sistema de capitalización privado. La última, fue la
escandalosa expropiación de YPF al grupo español Respol, aduciendo la falta de
inversiones y la escasez de combustible como motivos principales.
Hace
casi un siglo que en Argentina priman los delirios, las ideas retrógradas y los fanatismos por sobre el buen criterio. Se sigue insistiendo con recetas que fracasaron una y otra vez en el pasado y se persiste con la demonización de aquellas que llevaron a los países prósperos al éxito. Lo peor del asunto es que todo este culto al fracaso no sólo está promovido desde arriba sino que además cuenta con el visto bueno de la sociedad, ya que el argentino medio de hoy no tiene reparos en pedir fervorosamente el traje a rayas para aquellos empresarios y/o profesionales que tuvieron la osadía de ser existosos.
La pregunta es: ¿Hasta cuando pensamos seguir fracasando?. Hace más de 50 años venimos haciendo lo mismo y por supuesto obteniendo lo mismos resultados, ¿o piensan que las recetas fracasadas alguna vez funcionarán como por arte de magia?. Es más simple de lo que parece: la cultura del resentimiento, la envidia, la soberbia y la falta de autocrítica nos está sepultando cada vez más profundo.
La pregunta es: ¿Hasta cuando pensamos seguir fracasando?. Hace más de 50 años venimos haciendo lo mismo y por supuesto obteniendo lo mismos resultados, ¿o piensan que las recetas fracasadas alguna vez funcionarán como por arte de magia?. Es más simple de lo que parece: la cultura del resentimiento, la envidia, la soberbia y la falta de autocrítica nos está sepultando cada vez más profundo.