Lo que tanto advirtieron muchos y lo que tanto se negó a ver el gobierno, no falta mucho para que hoy se haga presente. Esto es el ajuste fiscal, producto de un enorme agujero en las cuentas de gobierno que fue causado por un nivel de gasto público insostenible y un proceso inflacionario que ha ido carcomiendo los ingresos fiscales a lo largo de los años. ¿Cuál es la consecuencia directa de este ajuste? un sinceramiento de precios atrasados, en otras palabras, aumentos en las tarifas de los servicios públicos de hasta tres dígitos como consecuencia de la quita de subsidios. Con esto no solo caemos a la realidad con un duro aterrizaje mediante, sino también se hace evidente el fracaso de este mal llamado modelo.
Al margen del clientelismo político que motivó esta decisión del gobierno de subsidiar el consumo para todo tipo de bienes y servicios, hubieron muchos que creyeron en el noble objetivo de proteger a los más pobres y alzaron su voz no sólo para defender estas medidas con uñas y dientes sino también para descalificar y agraviar a todo aquel que se oponga a las mismas. Se decía que estábamos bien y que las quejas y oposiciones se debían únicamente a la mala costumbre argentina de "quejarse por todo" y ver siempre el vaso "medio vacío". Sin contar además las etiquetas de "vende patria", "golpista", "oligarca", "desestabilizador", "cipayo de los grupos económicos", etc.
Una vez que la mentira se hizo insostenible, el gobierno nacional como de costumbre, nunca asumió responsabilidades y continuó con su discurso proselitista y su habitual traslación de culpas. Ni lerdos ni perezosos, lanzaron un mega spot publicitario invitando a los ciudadanos a concientizarse y renunciar a los subsidios. No fue otra cosa que una hábil maniobra para no asumir el costo político por el impacto social y económico que generaría la quita de asistencialismo estatal. Ahora que la realidad es evidente, los costos son mucho mayores por haber estirado esta situación insostenible durante tanto tiempo.
Los subsidios son el ejemplo de ineficiencia más grande de parte del Estado, puesto que destina infinidad de recursos a solucionar ciertos problemas y no sólo no lo logra, sino que termina agravando lo ya existente. Bajo este sistema, el bienestar de la clase baja dura mientras dure la asistencia, pero mientras no haya un cambio en su situación (como conseguir un trabajo digno) todo seguirá siendo igual (o peor). El resultado de tanta intervención estatal ha sido una galopante inflación y un enorme déficit fiscal, que por supuesto ha perjudicado en mayor medida a los que menos tienen. A todo esto se le han sumado serios desarreglos macroeconómicos como la fuga de capitales, producto de un tipo de cambio atrasado y de los severos riesgos institucionales que existen en el país, como consecuencia de la escasa protección al derecho de propiedad privada. Como si fuera poco, la enorme presión fiscal y la rígida legislación laboral, entre otras cosas, han hecho que el país pierda mucho terreno en la captación de inversiones, lo cual se traduce en un crecimiento más acotado y sobre todo en una gran cantidad de puestos de trabajo que se pierden.
Los países que salieron del fondo y hoy gozan de grandes niveles de desarrollo como Chile o algunos países europeos como España o Irlanda (pese a la recesión que hoy sufren), siguieron básicamente la misma receta. Esta es, adoptaron políticas de estado a largo plazo, que fueron respetadas por los sucesivos gobiernos independientemente del partido que fueran. Así, lograron desarrollo institucional y estabilidad política primero, para alcanzar la estabilidad económica después. La receta de esto última consistió en cimentar los pilares de la economía, como lo son, el equilibrio fiscal y una moneda fuerte. Fue de esta manera como lograron que el mundo los premiara con grandes niveles de inversiones y hasta con tratados de libre comercio, que fueron sin dudas altamente beneficiosos para sus países.
La reforma a la Carta Orgánica del Banco Central para cambiar su objetivo de "preservar el valor de la moneda" por el de “[...] promover, en la medida de sus habilidades y dentro del esquema de las políticas establecidas por el gobierno nacional, la estabilidad monetaria, estabilidad financiera, el empleo y el crecimiento económico con equidad social”, resume la desesperación del gobierno porque la caja no cierra.
No hace falta hacer mayores comparaciones ni análisis para saber que hace tiempo estamos equivocando el rumbo, el problema es que acá siempre se inventa la pólvora y terminamos haciendo culto al fracaso.