El panorama es así: hay mucha (muchísima) moneda local circulando y la cantidad de dólares existente es insuficiente para cubrir su demanda al precio vigente. En otras palabras, hay mucho dinero y el dólar está artificialmente barato, esto es, sostenido a bajo precio mediante venta de reservas por parte del Central y a fuerza de controles por parte de la AFIP. Pero eso no es todo, pues el gobierno, a fin de evitar los efectos contractivos que produce la venta de dólares (ya que salen pesos del circuito económico), ordena al Banco Central la compra de Nobacs y Lebacs para poner en circulación nuevamente los pesos que salieron anteriormente. Es decir, la autoridad monetaria provee el dólar a precio bajo y a su vez entrega dinero a los ahorristas para financiar la compra. Un comportamiento difícil de entender hasta para el ser más iluminado. Tal vez el gobierno tenga la esperanza de que algún suceso inesperado cambie el panorama, como podría ser una lluvia de dólares o que los ahorristas calmen su sed por el billete verde de la noche a la mañana. Por desgracia, nada de eso va a ocurrir. Mientras tanto, el Banco Central sigue perdiendo valiosas reservas y el pánico cunde entre los ahorristas. Tal vez en términos nominales se perciba un tipo de cambio alto y una moneda local totalmente devaluada (1 U$S = 4,28), sin embargo si se analiza en términos reales y de poder adquisitivo no podemos llegar a la misma conclusión. Para adquirir una unidad de divisa estadounidense, se necesitan 4,28 pesos de moneda local. Considerando el nivel inflacionario actual, no es un gran monto. O sea, gracias a la inflación la moneda local se encuentra fuertemente desvalorizada, pero tampoco se necesitan grandes sumas para adquirir dólares debido al empecinamiento del gobierno de mantenerlo en un valor bajo. Desde 2007 a la actualidad, la tasa de inflación promedio ha sido de 25% anual, lo que implica un inflación acumulada de 100%. Sin embargo, el dólar sólo se ha aumentado su precio en un 30%. Esto es a lo que se le llama atraso cambiario (o inflación en dólares). Un buen indicador que se suele utilizar para medir si el tipo de cambio está en el nivel correcto, es la comparación del precio de la hamburguesa Big Mac en el extranjero con el precio de la hamburguesa local. Es lo que se conoce como "índice Big Mac": Dicho índice muestra el poder adquisitivo de un bien extranjero con respecto a un bien local. Para entenderlo veamos un ejemplo: La famosa hamburguesa Big Mac en Estados Unidos es de 3,73 dólares, mientras que en la Argentina la misma cuesta $20 en moneda local. Esto quiere decir que con una hamburguesa estadounidense no se puede adquirir una hamburguesa local, ya que los 3,73 dólares equivalen actualmente a 15,96 pesos argentinos (tomando la cotización oficial). Para poder adquirir la hamburguesa local, el peso argentino debería estar un tanto más devaluado, es decir, por cada dólar deberían darse más pesos que los actualmente se dan. En otras palabras y valga la redundancia, hoy el dólar en Argentina vale poco, hay una revaluación de la moneda local con respecto a la extranjera. Según esta teoría de tipo de cambio real, el valor óptimo del índice debería ser igual a 1, pues ello implica que tanto la Big Mac extranjera (Valor en dólares x precio del dólar) como la Big Mac Nacional (expresada en pesos argentinos) tienen el mismo valor. Veamos el caso mencionado anteriormente: Acorde a lo anterior, para que exista paridad en los términos de intercambio la moneda local debería estar un 20% más devaluada (o bien podría encaminarse una lucha anti inflacionaria). Hoy en día el tipo de cambio real está sobrevalorado y bajo, casi a los mismos niveles que la convertibilidad. Lo muestra el siguiente gráfico elaborado y proporcionado por Inversor Global: Fuente: Guillermo López Dumrauf para Inversor Global. Artículo: Dólar-Inflación-Bolsa: ¿Cómo ha sido la covivencia?publicado por Inversor Global el 10-11-2011 Los movimientos son claros, cuando el tipo de cambio real cae producto de la inflación y este se vuelve insostenible, se termina desembocando indefectiblemente en una mega devaluación que provoca severos efectos contractivos en el nivel de actividad económica. Dicho comportamiento se puede observar claramente en los años 1982, 1989, 2002 y es probable que se repita dentro de poco. Para percatarse de esto último no hacen falta mayores análisis, sino simplemente salir a la calle o leer en los titulares de los diarios los desesperados intentos del gobierno de frenar la compra - venta de la divisa norteamericana. Hasta ahora el resultado ha sido uno solo: las sospechas de que algo malo sucederá. |
En noviembre de 2010, escribí que el fracaso económico kirchnerista estriba en el colapso de la inversión externa directa y en la pérdida de peso económico de nuestro país en relación con la región y el mundo. En vista de la importancia del tema, invertí una tarde en la hemeroteca del BCRA hurgando en los Yearbooks del FMI y, por Internet, en el FactBook de la CIA. El resultado de la pesquisa son estas dos tablitas.
La tabla de arriba muestra la evolución de las exportaciones argentinas, como porcentaje de las exportaciones mundiales, entre el quinquenio 1995-1999 y el trienio 2008-2010. No obstante el fuerte crecimiento de las exportaciones argentinas que leemos en los diarios, nuestro país ha mantenido su participación en las exportaciones del mundo. En otras palabras, Argentina no ha aumentado su presencia en los mercados mundiales. Sin embargo, las exportaciones de Brasil y de Chile han aumentado un 40% en cada caso.
La tabla de abajo muestra la evolución del PBI argentino entre los mismos períodos. No obstante el crecimiento "a tasas chinas" del PBI argentino, la producción final de nuestro país se ha reducido notablemente en términos relativos. Durante muchos años y hasta fines de la década de 1990, el PBI argentino rondó el 1% del PBI mundial; ahora no llega a 0.6%. Entonces, era casi 0.4 veces el PBI brasileño, casi 4 veces el PBI chileno y poco más de 13 veces el PBI uruguayo; ahora es 0.19 veces el primero, 1.9 veces el segundo y 9.6 veces el tercero.
Que Argentina ha experimentado una pérdida significativa de peso económico regional y mundial en la última década no parece, entonces, una afirmación irresponsable o de ánimo opositor. Es un hecho preocupante y, a la larga, peligroso. En la actualidad, los gobiernos de Brasil y Chile pueden cobrar tributos sobre bases de imposición que prácticamente duplican en términos relativos a las que tenían en la década de 1990. En otras palabras, con igual presión tributaria ahora pueden pagar unas fuerzas armadas que doblen en tamaño a las que tenían entonces. Si el tamaño relativo de las exportaciones y el PBI de los países dice algo, los gobernantes y empresarios de Brasil y Chile seguramente son mejor escuchados en Washington, Nueva York, Pekín y Shanghai en la actualidad que hace apenas 10 ó 15 años.
Como argumenté en el post arriba citado, la escasa inversión externa directa que atrajo el país durante la década pasada es, quizá, la causa más probable del magro desempeño económico argentino en dicho período. El cuadro que sigue, que armé sobre la base de datos recientes de la CEPAL, muestra la trayectoria de la IED en los principales países de América Latina entre 2000-05 y 2010.
La IED que recibió Argentina fue ampliamente superada por la IED que recibieron Brasil, México y Chile. Colombia también superó por buen margen a nuestro país, y Perú, tras un sostenido incremento, superó asimismo a nuestro país en 2009 y 2010. Note en la base del gráfico el buen desempeño de Uruguay. ¿Por qué razón nuestro país espantó a la IED? Por los Kirchner, que actuaron como espantapájaros de las inversiones en general, extranjeras y nacionales.