viernes, 13 de julio de 2012

No molestar: país descansando


Como si los días festivos fueran pocos y las cargas laborales que sufren los empleadores fueran insuficientes, está a punto de convertirse en ley un proyecto que impide trabajar los fines de semana. Según lo expresa el artículo 207 del mismo, no está contemplada una prohibición expresa pero sí una fuerte imposición para los empleadores que decidan hacerlo:

“Artículo 207: Cuando el trabajador prestare servicios entre las TRECE (13) horas del día sábado y las VEINTICUATRO (24) horas del día domingo, medie o no autorización, sea por las circunstancias previstas en el artículo 203 o por estar comprendido en las excepciones que con carácter permanente o transitorio se dicten, el empleador estará obligado a abonar el salario habitual con el CIEN POR CIENTO (100%) de recargo, sin perjuicio de su obligación de otorgar franco compensatorio.”

No hay mucho que discutir. Esto no es más que otra de las tantas políticas populistas y retrógradas a las que ya estamos acostumbrados desde hace varios años. ¿Quién se beneficia de esta medida? Nadie, puesto que el empresario se ve amenazado por un aumento exponencial de sus costos que no necesariamente le generarán un incremento de sus ingresos, por ende, la consecuencia lógica de esta movida sería una reducción de las horas trabajadas, una suspensión temporal  de empleados, el cierre de la actividad durante los fines de semana o yendo a un escenario más drástico, el cierre definitivo del negocio o el despido de personal. Considerando entonces que semejante ley detiene la actividad económica en el país, surge la pregunta obligada ¿En qué se beneficia el estado? Absolutamente en nada ¿o es tan difícil de ver que todo esto trae aparejado una menor generación de ingreso y por ende una menor recaudación?  Si pensaron poner contento al trabajador o hacer justicia social castigando a los empresarios "opresores", tal vez habría que reflexionar un poco ya que es difícil pensar que alguien se pondrá feliz si perjudican su fuente de ingresos.

Para atrás siempre

Una de las grandes deficiencias que tiene el mercado laboral argentino es la dualidad existente entre los que están dentro y los que están fuera del mismo. Los que se encuentran con un empleo formal y en blanco, por lo general cuentan con sueldos aceptables y con un lugar "fijo" debido a los altos costos de borrarlo de la planilla de empleados. No es el caso de los que se mueven en forma permanente entre el desempleo y la informalidad, cuyos sueldos son bajos al igual que el costo de despedirlo. Por esta razón, no es de extrañarse que a un empresario le sea difícil echar a un empleado formal y en blanco que duerma la siesta todos los días en su oficina y que a su vez, sea un riesgo muy grande contratar a un profesional mejor capacitado para ocupar el puesto.

Una conceptualización muy interesante sobre el mercado laboral es la que exponen Felipe Larraín y Jeffrey Sachs en su libro “Macroeconomía en la economía global”. Se trata de una visión que resalta el dinamismo de dicho mercado, por lo que no se debe pensar en el desempleo como una cantidad estática de personas sin empleo, sino como una masa de individuos que se mueven entre el empleo y el desempleo en puestos que se crean y desaparecen constantemente. Una clara ejemplificación es la analogía que se hace entre la tasa de desempleo y el nivel de agua de una bañera con el desagüe abierto: un flujo de agua entra en la bañera (los recién desempleados), mientras que otro flujo sale por el desagüe (los que encuentran un trabajo y salen del desempleo). El nivel de agua (tasa de desempleo) dependerá tanto de la velocidad a la cual entra el agua desde el grifo (ritmo de los despidos) como de la velocidad a la cual se vaya (contrataciones)[1]. Lo ideal es que el mercado laboral, tenga la mayor movilidad posible a fin de que los se encuentren sin trabajo no sean desempleados crónicos y los que lo pierden no pasen mucho tiempo sin encontrar uno nuevo. Por lo tanto, las medidas que sólo imponen costos o restricciones hacen que el empresariado se vuelve reacio a contratar nuevos empleados, por lo que la generación de empleos se torna más lenta y dificultosa.
Una vez más, pavimentando el camino al fracaso y a la profundización de los problemas nunca resueltos. La insensatez a la orden del día.






[1] SACHS, Jeffrey y Felipe LARRAIN. Macroeconomía en la Economía global. 2º Edición. Pearson Prentice Hall. 2002